Literatura sonorense

Proyecto Faz

Alejandro Ramírez-Arballo



Nació en Guaymas, Sonora, México en 1976. Es poeta y académico; ahora vive en Tucson, Arizona, en los Estados Unidos de América, donde obtuvo el doctorado en literaturas hispánicas por la universidad de Arizona. Ha publicado tres libros de poemas: Las comuniones insólitas (Editorial UNISON 1998); El vértigo de la canción dormida (UNAM 2000); Pantomimas (Instituto Sonorense de Cultura 2001). Actualmente su libro Oros siempre lejanos con el que ganó el premio de El Libro Sonorense (género poesía) en el año 2007 se encuentra en proceso de edición. Ha ganado varios premios estatales (Juegos Florales del carnaval de Guaymas, 1998 y 2000; premio Libro Sonorense 2000 y 2007), nacionales (Premio Nacional de Poesía “Clemencia Isaura” 1999 y Juegos Trigales del Valle del Yaqui 2001), así como dos premios binacionales de poesía: Premio Antonio G. Rivero en 1998 y los Juegos Florales “Anita Pompa de Trujillo” el 2006. Actualmente combina la investigación académica con la experimentación con la fotografía y el video.
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Textos:
La pasionaria


Mi oficio es perecer, para ello he venido al tiempo,
para ello se me ha dado el infame secreto de saber que muero.
Todas las lenguas con las que se ha formado mi cuerpo
cantan desesperadas; todo el musgo que me ha cubierto,
ondula carne adentro. Yo soy con todos una muerte general,
colectiva causa de este irse yendo con la sangre en dolientes remiendos
de vida consumada, de aire agostado, de palabra nunca dicha.
Estas manos que ves, estas uñas, este duro abrazo,
son testigos de aquello que he sido, de tantas horas
bajo el cuerpo, absorto en la rabiosa dulzura de contemplar el mundo.
Pero llegado el día y la hora y la señal,
los andamios de mis huesos, el roto follaje del vientre,
el perfumado ademán: todo irá a dar al suelo en un solo descenso
ineluctable, y lo que he sido no será más, y lo dicho
será borrado tras un simple parpadeo de tiniebla.
Así es esto.


La bestia

A Julio, gran cuate.

Qué cojones y qué postura la de irse haciendo piedra
o dura sombra, o permanencia vital. Tú que has venido
desde otras distancias a rodearte de ti mismo, capitán de la tiniebla;
y desde otra escritura resolviste el punzón amargo de tu lengua,
y te arrojaste a la vida como a un agua rencorosa y escaldada.

Para esto estar aquí,
sin más bitácora que los lamentos secretos, el mirarse desnudo sobre la cama:
toda la carne harta, los brazos y las piernas inmóviles, desesperadas;
para esto pervivir detrás de las palabras, lo mismo que el recóndito testigo del crimen,
abrazado al corazón y temeroso y aterido hasta la médula.

Qué pereza la de andar de tumbos, de tocar el mundo en sus paredes,
de volver como lo haces, por la calle nocturna,
rodeado de títeres y de fantasmas, hasta llegar al doloroso núcleo de la madrugada;
vuelves detrás de tus manos, ciego de la luz reclamas
el sereno derecho de morir a solas, a la mitad de un círculo
de rabiosas cabalgatas.

Porque el poeta es, a pesar de su silencio,
porque en aquello que de mundo se te ha ido por los ojos
en torrentes guerreros, aquello propio e íntimo que Dios
sembró en las fértiles soledades exasperadas, porque
metido como hirviente piedra en carne fresca llevas
la confusión, lo mismo que una fe de cerradas puertas.
El poeta resiste y aguarda, rehén de lo no dicho,
esclavo de su inútil magia.

Qué negra alegría la de hacerte desde el reseco manantial del hambre más hambre,
la de todo poseer y desplazar por fuerza y por palabra
los oficios celestes, y así poder, por pura gana, decretar
más luminosas leyes de espuma y de raíz,
más deliciosas ruinas y más acabadas nostalgias.
En este mundo animal, tú, bestia,
ganarás por destrucción tu paraíso.
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Fuente: Alejandro Ramírez