Recién pasada la época de la proliferación de estudios y antologías de la literatura en Sonora, Gilda Rocha publica en 1993, a través de CONACULTA, un ensayo-antología de la literatura en Sonora. El libro tiene el pretencioso, pero atractivo y provocador título Sonora, un siglo de literatura (1936-1992). Engloba los géneros de poesía, cuento, novela, crónica y teatro.
El prólogo que realiza la autora, es para mí el texto que engloba de manera más oportuna la historia de la literatura en el estado. Su visión de lectora ajena a los círculos y amistades literarias, propone una interpretación clara y precisa de lo que sucede en el estado en materia de literatura: las dificultades y procesos por los que ha pasado a través de las últimas décadas.
Rocha indica que "a partir de los sesentas la creación literaria en Sonora se empieza a concebir como un trabajo precedido por una conciencia poética". Menciona las dificultades de hablar de una literatura sonorense (clasificándola como literatura exclusiva para una región), del impulso que en su momento brindó la Universidad de Sonora a la cuestión cultural, del papel que jugó la figura de Alonso Vidal y los cafés literarios, de las revistas que surgieron en la escuela de Letras, de los periódicos del estado, de los grupos independientes y de los estudios realizados en el Departamento de Humanidades de la Universidad de Sonora.
Pero aunque resume de buena manera los cambios que ha tenido la literatura en el estado, al concentrarse en los textos y autores antologados lo hace sin detenerse demasiado y de manera superficial. Otra debilidad es que no queda claro por qué eligió como fecha de partida el año de 1936, y por qué sólo seleccionó Fortino Corral como autor de teatro, dejando de lado a Sergio Galindo, Cutberto López y las obras de Abigael.
Este libro es importante no tan sólo porque se realiza en una etapa de asimilación de la literatura en el estado (había llegado un momento en que la crítica en el estado estudiaba las obras producidas por autores sonorenses), sino porque lo hace una especialista exterior, alguien que no está involucrada en las actividades culturales de la entidad. Esta posición la lleva a hablar sobre autores poco o nunca antologados como Luis Montaño por su novela Brenda Berenice o el diario de una loca, la poesía de José Gómez García y los cuentos de René Amao, Fernando Herrera Hernández y Jesús Antonio Villa.
Como toda antología queda en debate si alguien faltó (no habla sobre Oscar Monroy o Miguel Méndez), y como todo estudio queda en discusión si ignoró tomar en cuenta ciertos puntos de análisis. Es en la lectura de esta clase de libros cuando se abre el debate, cuando inicia la discusión, cuando se plantean los problemas. Esta clase de libros propone temas a debatir y justifica reflexionar sobre nuestro ejercicio de lectores y críticos (porque todo lector es crítico a la vez).