Literatura sonorense

Proyecto Faz

Virgilio Gastélum Zazueta



Virgilio Gastélum Zazueta nace en pitiquito, Sonora, el 21 de marzo de 1936. A los 22 años de edad se traslada a la Ciudad de México para estudiar la Preparatoria. Opta por la carrera de Derecho, la cual estudia en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, habiéndola concluído en 1964. El ejercicio de la profesión y la docencia le ocuparon 10 años. En 1974 forma parte de los fundadores de la Universidad Autónoma Metropolitana. Allí fue corrector de estilo, editor y jefe de la Coordinación de Publicaciones, a la que renuncia en 1983 para comenzar a buscar la forma de volver a la provincia. Sonora era su meta, pero al surgir la necesidad de crear la Unidad Regional de Culturas Populares en Chihuahua, de la Dirección General lo comisionan para ese fin. Reside en la ciudad de Chihuahua desde 1986.
En todo ese tiempo ha escrito poesía, cuento y ensayo. Publica y da lecturas en los sitios más diversos. En la actualidad tiene publicados: Responsabilidad Penal de los Profesionistas Médicos (ensayo, 1967); y los poemarios Granos de Arena y Trigo (1967); Luz de Luna en los Aduares (1968); Senda, Sonrisa y Tiempo (1981); Rincones Escondidos (1982); Peregrino de Siglos (1983); Cordaje a las estrellas (ISC, 2003); en 1985 forma parte del grupo de poetas antologados en la obra Poesía Sonorense Contemporánea, de Alonso Vidal. Tiene un libro de cuentos inéditos: ¿Hasta cuando, amigo?
Ha obtenido tres premios nacionales en Poesía y un segundo lugar en Cuento.

Fuente: Jesús Juan de Dios Gastélum Celaya.


Muestra de su obra:

Hombre

Inexplicable
dios en potencia.
Suma infinita
de ambigüedad.
Dúctil veleta
que agita el viento,
vientos que vienen,
vientos que van.
Cruz en la Tierra,
ala ascendente,
ángel rebelde
que añora el mal.
Y al mismo tiempo
¡contradictorio!
sutil quijote,
vela crujiente...
ansia celeste
de eternidad...
¿Quién lo comprende?


Y habló el poema

Léeme tú, dice el poema,
poeta, que ignorando que lo eres
buscas en las palabras y en los astros
el misterio que sientes que te arropa,
te escinde y te recrea.

Léeme tú, dice al humilde labrador de la tierra,
léeme tú, dice al maestro, a la señora de su casa,
al hombre de la calle, al artesano, al estudiante
y al que espera, cada vez más lejana,
la sal de algún trabajo.

Léeme tú, sintiéndome.
Hazme palabra y grito.
Necesito tu voz, que al pronunciarme
revele lo escondido del mensaje
que busca, al transmitirse, completarme.

Y la voz de la Voz se repetía:
es por la voz que el Verbo transfigura
y el hombre se hace luz, crisol y estrella.


Las señales de fuego

Para José Rojas y Javier Tapia, a su memoria


Tengo varios pendientes que me inquietan.
Dos amigos-hermanos, que tuvieron
para mi caminar señales ígneas
que marcaron mi paso,
se salieron del tiempo...
Un día se salieron
y el vacío dejado por su ausencia
creció como la angustia de los pobres,
más allá de la cuenta.
Y los sueños que tuve
antes de conocerlos,
las señales al paso y las voces del viento,
no han vuelto a repetirse.

Hay estancias cerradas y preguntas abiertas
girando como locas, sin respuesta.
Ninguna de las notas recogidas
en el buzón del tiempo
hablan de estos amigos-compañeros.
Pero ¿por qué el silencio?
¿Qué dijeron, qué hicieron, qué omisión
condenó todos sus ecos al pozo del misterio?


*Todos los poemas pertenecen a Cordaje a las estrellas (ISC, 2003)